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Libertad: “Poder hacerlo todo” versus “hacer lo que debo”

Cuando eras un niño pensabas que un mago puede hacerlo todo. 
Así también pensé yo, hace tiempo.
Así pensábamos todos.
Y la verdad es que siempre cuando crece
el poder verdadero de un hombre
y su conocimiento se amplia,
el camino al que puede seguir se hace más estrecho:
hasta que al final no elige nada,
sino solo y completamente hace lo que debe hacer.
El maestro invocador al aprendiz Ged 
 en Un mago de Terramar de Ursula K. Le Guin

Entre todo lo que he aprendido de las novelas de Ursula K. Le Guin, esta reflexión es una de las que más profundamente se han grabado en mi pensamiento, y estos días, después de la reflexión del Domingo pasado acerca de la libertad, me vino a la mente. Refleja mi recorrido profundizando en este concepto.

Hace unos 20 años, cuando salí al mundo y di los primeros pasos en los mundos del activismo, en gran medida me movía esta idea de poder hacerlo todo, de hacer lo que quería, cuando quería y sin límites. Y como una mosca fui atraída por ambientes que practicaban y defendían este tipo de libertad. Estuve con punkies, con hippies, con bohemios, con postmodernos… de mucha marcha. Independientemente de nuestros discursos revolucionarios y solidarios, nuestra práctica estaba dominada por la idea de libertad como la libertad de hacer lo que a uno le salía: ir (o no ir) a las reuniones cuando me sale, decir lo que me sale, follar con quién y cuándo me sale, drogarme cuándo y con qué me sale… y también llegar a la hora a la que me sale del coño. No importaban las consecuencias, ni para unx mismx, ni para lxs compañerxs, ni para el proyecto común. Lo que importaba era que el yo, en este instante, estuviera libre de hacer lo que me salía sin limitaciones. Y quien criticaba algún comportamiento de estos rápidamente era acusado de coartar la libertad del otro.

Vale, admito que estoy exagerando algo, que también había otras tendencias y prácticas, realmente respetuosas, pero aun así este concepto de libertad como poder hacerlo todo siempre estaba presente. Alguna persona, o muchas, argumentaban desde ahí. Y lo vi imponerse como criterio de muchas, pero muchas decisiones.

Uno de los problemas de este concepto de libertad es que no contempla las consecuencias, a menudo ni siquiera para uno mismo. Un ejemplo muy claro de esto son las drogas o el sexo con personas desconocidas. Son prácticas peligrosas, que con bastante probabilidad tienen efectos negativos a largo plazo. Respetando tu libertad acepto que tú elijas esto, pero mi aceptación no cambiará el hecho de que estás jugando con tu salud física y mental, que estás jugando con fuego. Pero mientras que sea práctica tuya, es decisión y responsabilidad tuya. Eres libre de arruinarte la vida.

Otra cosa es cuando este discurso se usa como excusa para pisar las necesidades de los demás, como lo hizo la Ana del Domingo pasado con su impuntualidad, o los abandonos de Sara que describí hace unas semanas, o tantos otros ejemplos de cuando en nombre del buen rollo permitimos que abusan de nosotros, que nos coaccionan, dejando que el egoísmo de uno aplaste las necesidades de los demás. Esto es muy dañino, tanto para las relaciones personales como para procesos colectivos. Y muchos conflictos tienen como trasfondo este problema, que alguien está intentando imponer su libertad de poder hacerlo todo.

Pero lo peor en mi opinión es cuando este concepto de libertad convierte las asambleas en un coñazo, cuando se impone como manera de funcionar e impide un trabajo asambleario disciplinado, es decir impide la puntualidad, la constancia en el trabajo, aportaciones centradas y reflexionadas, crítica respetuosa y autocrítica… porque una asamblea sin este tipo de disciplina no va a ningún lado, menos hacia una revolución. Es imposible. Necesitamos una disciplina propia, una disciplina que parte desde el respeto a los demás y el esfuerzo honesto de buscar lo mejor para todos y todas.

Por esto cómo dice la cita inicial: que siempre cuando crece el poder verdadero de un hombre y su conocimiento se amplia, el camino al que puede seguir se hace más estrecho. Porque cuanto más profundizas en el concepto de libertad como libertad también de los demás, cuanto más percibes las consecuencias que tienen tus actos para los demás, cómo les perjudica cuando faltas, llegas tarde, cambias de tema… y como con esto les estás coartando, más percibes que pensar desde la libertad te estrecha el camino. Desde entonces practicar la libertad se vuelve un ejercicio de autodisciplina, porque elijes controlarte para no coartar a tus compañeros ni el proceso común. Es impresionante cuánto cambia una asamblea cuando todos los participantes libremente deciden someterse a una moderación estricta, se convierte de un coñazo en un espacio esperanzador. Es increíble cuánto puede avanzar un proyecto cuando todos los miembros libremente deciden someterse a la disciplina y renuncia necesaria para alcanzar los objetivos. Demuestra el poder transformador incluso de un grupo pequeño. Paradójicamente la práctica me ha enseñado que el resultado de poder hacerlo todo es muy contrario a la libertad, y la renuncia libre a esto es lo que lleva verdaderamente a ella.

Finalmente se cierra el círculo hasta el punto en el que la persona que valora la libertad no elige nada, sino solo y completamente hace lo que debe hacer cuando tomamos en cuenta nuestra posición de cómplice del sistema. Comprando a las multinacionales somos cómplices de su violencia, igual que lo somos trabajando para ellos. Si realmente respetamos la libertad, si realmente deseamos tanto la libertad de los que son explotados y oprimidos por estas instituciones, como la nuestra, si deseamos no tener que depender de ellas, pues, solo nos queda un camino: Resistir con todas nuestras fuerzas y hacer lo necesario para que esta resistencia vaya a más. Y esto nos pone en un camino muy estrecho en el que la elección se reduce a decidir libremente entre avanzar como cómplice o en rebeldía, entre hacer lo correcto o no. Se convierte en un ejercicio de autodisciplina en el que el crecimiento en libertad es crecer en la capacidad de hacer lo debido. Igual pasa con todos los demás enredos de opresión y violencia que nos rodean.

Así con el tiempo he comprendido que paradójicamente el ejercicio de libertad máxima no es poder hacerlo todo, sino hacer lo que debo.

Ahora te pregunto: ¿En qué definición de libertad te ubicas tú? Y los colectivos a los que perteneces, ¿qué concepto domina en ellos? Y ¿qué debemos hacer para avanzar hacia una liberación verdadera?

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