Cómo veía la okupa y ‘el rollo’ hace diez años

Hoy voy a compartir con vosotras en que punto estuve cuando decidí okupar y cómo llegué a ello.

En estos días la primera época de activismo estaba en sus últimos aletazos. Llevaba más de una década ‘en lucha’. En estos años pasé por todo el abanico común de activismos: desde comercio justo, pasando por ecologismo y feminismo hasta el antifascismo y la okupa. Ya estaba desgastada por haber vivido tantos problemas similares en tantos sitios aparentemente distintos sin ver avance ninguno. Estaba en un punto en el que no solo había dejado de gritar en las manifestaciones, ya ni me apetecía ir. Estaba cansada de los guettos de izquierdas y de nuestro elitismo. Estaba cansada de nuestro ciclo anual de actos y acciones a los que siempre íbamos las mismas. Estaba harta del palabreo bonito sin acciones que lo hicieran realidad. Ya no creía en el proyecto emancipatorio, o más bien, no creía en que nosotros lo íbamos a construir. Ya estaba totalmente desencantada de nuestros ambientes. Ya no estaba cómoda. Ya no me interesaba ser del rollo.

Pero aún así pasaba mis findes con mis ‘amigos’ del rollo, iba a conciertos de bandas ‘revolucionarias’, a manis, a jornadas e incluso era miembro de algún colectivo. No le veía mucho sentido, pero tampoco veía ninguna alternativa. Todos los demás espacios me parecían aún peor. Aquí por lo menos entendían mi asco hacia la sociedad. Aquí por lo menos había un sueño de revolución, aunque sin perspectiva de convertirlo en realidad. Ahí fuera no veía ni siquiera esto. Así que me quedé, aunque sin estar de todo. Estaba solo lo suficiente para sentir que no había abandonado la lucha. Para decirme que aún hacía algo, a pesar de que no creía en nuestra acción. Y esta implicación fue suficiente para ganarme cierto sitio dentro de los ambientes del activismo local. En los lugares típicos me conocían y aceptaban, era una mas del ‘rollo’, una más que muchos habían visto pero también una que mantenía su distancia, que no estaba cerca de nadie.

En este estado de ánimo decidí okupar. Pero, ¿por qué quería okupar si me daba tanto rechazo todo? Por razones puramente personales, algunas incluso se podrían llamar egoístas. Primero hay que decir que llevaba tanto tiempo en ambientes de izquierdas que los riesgos legales no me asustaban y también tenía la okupación totalmente normalizada. Ante la explotación laboral, la especulación y toda la precariedad que sufrimos me parecía que la okupación era una estrategia de supervivencia totalmente justificada. Ante el panorama político me parecía lógico simplemente tomarnos lo que nos merecemos. Normal. También ya llevaba suficiente tiempo trabajando a sueldo Español y alquilando a precio Madrileño que estaba harta de la presión económica y anhelaba llegar a fin de mes sin desesperarme. Además tenía una cierta relación romántica con la okupación, fruto de mi infancia. Al final influye mucho que la colección de música de mis padres consistía en gran parte de música política, entre ellos Ton, Steine, Scherben, LA banda punk okupa de los años 80 en Alemania.

Así que había todo un conjunto de factores que a pesar de todo me llevaron a decidir okupar. Y otro conjunto de factores que me llevó a mantener una actitud distante con lxs compañerxs. Yo formaba parte del grupo, pero solo en los momentos formales y los de arrimar el hombro. Todo intento de socializar con ellxs solo demostraba el abismo que había entre nosotros. No solo era diferente, ni siquiera tenía interés de adaptarme e integrarme.

Y a pesar de entrar con las expectativas tan bajas y con tanta intención de distancia, la realidad fue mucho peor de lo esperado y me terminó enredando hasta hundirme. Lo vivido en esta casa me hirió de manera tan profunda que después de salir tardé meses en levantarme e incluso hoy, diez años después, aún me siento incómoda en muchos lugares de izquierdas.

Con esto cierro la fase introductoria que dibuja el contexto de la okupación. A partir de la semana que viene empezaré a relatar lo que pasó una vez entrados a la casa. Y una vez empezados iremos de mal en peor. Será un viaje a la profundidad de nuestras hipocresías y contradicciones.

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