Una cosa fundamental para mi es que tengo la política en las venas, la búsqueda de un mundo mejor siempre ha sido uno de mis criterios fundamentales a la hora de tomar cualquier decisión.

Ya de niña amaba las manifestaciones y soñaba con cambiar el mundo – y a esta edad parecía tan fácil. Cuando mis compañeras de clase hicieron trabajos sobre dietas, deportes o películas, yo elegía temas políticos, como el Apartheid en Sudáfrica o el Tercer Reich.

Cuando tenía doce años hicimos una excursión con la escuela a la tienda de comercio justo de mi barrio. Me encantó el proyecto, pero no podía entrar hasta los 14 años. Pues, contando los días esperé mas de un año y me hice miembro. Así que empecé mi viaje vendiendo productos de comercio justo. Luego a los 15 me metí a un grupo Scout de tinte medio socialdemocrata medio anarquista, y a los 16 en un grupo Antifa.

Con esto empezó mi Odisea por colectivos políticos y sociales, pasando por 3 ciudades y dos países, estuve en: comercio justo, scouts, Wandervogel, grupos de mujeres, un grupo de género, un grupo de radio, campamentos internacionales, festivales, centros sociales, grupos de consumo, un grupo comunista, ocupas, un colectivo noviolento, grupos de acción, grupos de lectura, grupos de escritura creativa, blogs, una asociación de vecinos, grupos de teatro social, un proyecto profesional social…

Nunca lo he contado bien, pero creo que han sido más de 20 proyectos ya 23 años. Y el resultado de tantos esfuerzos es vergonzoso: casi todos los grupos se han disuelto sin llegar a ningún lugar, y los que todavía existen no son los proyectos combativos, al revés, son los «lúdicos». Los importantes siempre cayeron bajo la presión de nuestra propia tontería.

Revisando el impacto positivo en la realidad, rescato dos proyectos. Primero un colectivo que tenía el potencial de generar impacto pero que se vino abajo en gran parte por los infantilismos y prioridades individuales de los miembros. Y luego el proyecto profesional que sí que ha logrado algunas cosillas. Sé que hemos cambiado la vida a algún niño, y estoy convencida de que si el proyecto se sigue desarrollando en la misma línea, puede llegar a cuestionar la mirada sobre la educación desde el centro de la sociedad. Aun así hemos fracasado como equipo y por esto terminamos traspasando seis años de empeño. Pero sigue funcionando, y esto en sí mismo es un rayo de esperanza.

Y aquí estoy ahora, levantándome otra vez, reordenando mi vida, apostando por nuevas fórmulas de activismo.

Este son algunos datos externos sobre mi recorrido de activista/militante. Si te interesan detalles, como lo he vivido por dentro y porque todos estos proyectos han ido tan mal, de esto -y alguna cosa más- tratarán las entradas del blog.

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