Parece haber resistencia contra el poder creciente de las multinacionales, auges cíclicos de movimientos sociales como el movimiento antiglobalización, el 15M, o las feministas de este mismo ’18. Solo que el impacto de estos movimientos en la vida diaria es mínimo hasta nulo, a pesar de tantas manifestaciones, asambleas, partidos políticos, concentraciones, acciones, artículos… lo único que sigue siendo seguro es el avance continúo de nuestra precariedad vital.
¿Pero cómo puede ser esto? ¿Cómo es que luchamos y no cambiamos nada? ¿Será porque tienen razón y el humano es el lobo del humano? ¿Qué estamos programados para la violencia y la destrucción? ¿Qué somos una raza egoísta y asesina? ¿Será que no se puede hacer nada?
Yo estoy convencida de que no. En los años que llevo de militancia/activismo he visto suficientes hechos de amor para saber que el humano no solo es capaz del bien, sino que lo necesita. La evidencia más clara para mí se encuentra en las donaciones a las ONG, que juntan anualmente a millones de euros. Sé que los donativos a las ONG no suelen ser más que pastillas para la mala consciencia, para sentirnos mejor. Pero justo ahí está la esperanza, en el hecho de que necesitamos estas pastillas, que necesitamos mentirnos cuando hacemos mal. Esto pasa porqué con todo lo cómplice u opresor que seamos, en el fondo necesitamos creer que hacemos el bien, que somos personas buenas. Está dentro de nosotras, igual que la violencia. Pero en diferencia con la violencia solemos dejar este lado nuestro abandonado, lo envolvemos en engaños, y por esto en el mundo de hoy nos encontramos con tan poco bueno.
Yo creo firmemente que en el que empezamos a cultivar nuestra bondad, el día que empecemos a dar lugar al amor en nuestras vidas, es el día que empezaremos a cambiar el mundo para mejor.