Heridas, heridos
Duele, como duele… como duele cuando tu esfuerzo es arrojado por los suelos, cuando tus sueños son partidos en mil pedazos, cuando lo que era tu esperanza desvanece como humo. Los que nos hemos atrevido creer de verdad, que eramos lo suficiente inocentes para abrir nuestro lado mas vulnerable lo sabemos. Sabemos cuanto duele. Y luego te retiras a este lugar solitario, esta fortaleza protectora de la cual da miedo volver a salir. Hay muchas razones para quedarse ahí y pocas para volver, tantas razones.

Como esta compañera a la que esta marea hace unos años le dio luz, la que estuvo ahí, en todo, luchando, aguantando, intentando calmar las cosas cuando se levantaron los ánimos. Ella, la que les vio irse uno por uno, ella la que se quedó con los materiales de la última acción, esta la que nunca se hizo… O el compañero aquel que se enamoró de nuestros ideales en la universidad, cuando eran toda una pandilla, cuando iban en piña a las manis. En este entonces antes de recibir el título, antes de empezar la vida de verdad. Este compañero que al estar trabajando les llamó a todos para reunirse y nunca le respondieron… O la compañera aquella que estudió para ayudar a la gente y luego se encontró rellenando formularios. Ella, la que un día descubrió que la gente a las que ayuda es desahuciada por el mismo banco que le paga a ella… O este compañero mayor que luchó cuando aún era peligroso luchar, que puso su parte para traer el cambio y cuando por fin llegó le dejaron fuera de juego, le descartaron. Este, el que tuvo que observar como sus “compañeros” rompieron toda promesa…
¿Cuanto les habrá dolido? ¿Cuanto duele cuando te quitan el aire? ¿Pisan como si nada lo que a ti te da luz? Es desgarrador.

A mi me ha pasado tres veces.
La primera en gran parte fue responsabilidad mía, me junté con una persona destrozada que trajo consigo mucho daño. Le llevé a mis ambientes, los ambientes alternativos y políticos. Ahí donde yo me sentía en casa. Me equivoqué. Pero cuando su violencia estalló mis compañeros me juzgaron junto con el. Me echaron a patadas sin ni siquiera escucharme. Anarquistas, comunistas, feministas… no importaba, solo importaba que había traído problemas y por eso tenía que desaparecer. Perdí mi casa, perdí mis amigos, perdí casi todo. Tardé meses en levantarme y aún mas en reconstruir una vida. Y hasta hoy hay lugares que no voy porque me duelen tanto.

La segunda no fue responsabilidad mía. Después de caer, después de levantarme, todavía frágil, aposté por una organización, una lucha que me apasionaba. Pero fue el momento equivocado, la gente equivocada. El descenso ya había comenzado. Me sumé para ver a la organización deshacerse alrededor mío. ¿Por qué? Creo que por inmadurez, relaciones desequilibradas, falta de voluntad real… creo, intuyo, pienso, pero no lo sé. Lo que si sé es que vi las tensiones, los conflictos, las broncas, lo que si sé es que he recibido mas que un tiro cruzado, más que un desfogue de rabia mal dirigido, lo que si sé es que la primera vez que me atreví a creer en una organización les veo abandonar a todas, una tras otra, hasta que ya no quedaba nadie. En este entonces no podía permitirme venir para abajo, así que seguí. Y hasta hoy hay amistades oscurecidas por los días aquellos.

La tercera fue responsabilidad compartida, una muerte avisada, y aún así me hundió. Cuando la organización se derrumbo, unas pocas, tres, tiramos con un proyecto pequeño, tirando para adelante, tirando durante años. Pusimos todo lo que teníamos y ¡algo logramos! Hicimos lo imposible. Conseguimos que caminara el proyecto, pasitos de bebe, pero aún así: un milagro hoy en día. Pero algo iba mal, una pequeña desarmonía que desde primer día iba creciendo. No era nuestro lugar, no era donde late nuestro deseo, no eramos las personas correctas para trabajar juntas tan de cerca. Aún así, era mi sostén, lo único que me quedaba después de tanto perder. Así que cuando sonaron las campanadas finales me rompí. Y el trabajo de volver a juntar mis pedazos me hace reestructurar toda mi vida.
Pero lo hago, paso por paso, día tras día, voy recuperando camino, vuelvo a salir de la fortaleza. Sé que da miedo, que me puede volver a desgarrar. Pero es como en toda relación: si me protejo, si vivo en la desconfianza, si dejo que el miedo determine mis actos me rindo antes de empezar. Así no hay relación posible, no hay transformación de verdad.

Y aquí estoy, lanzando mis preguntas al mundo: ¿Qué es lo que nos pasa? ¿Por qué se está yendo la gente? ¿Qué tienen nuestros ambientes políticos para que no van desanimando?
¿Qué es lo qué me pasa? ¿Por qué me voy? ¡Ay! ¡Si me hiciera consciente de los motivos que me mueven!