Paradigmas
En las semanas pasadas he tenido algunos diálogos con compañeros en los que me parecía que no entendieron lo que quería comunicarles. Me esforzaba por explicar algún concepto y cuando me respondían, la mitad de lo que quería expresar había desaparecido. No importaba cuantas vueltas daba, no conseguí transmitirles mi idea. Parecía que hablásemos idiomas diferentes. Y después de reflexionar sobre ello me di cuenta que era vedad, que hablamos idiomas diferentes cuando estamos en paradigmas diferentes. Para explicaros esto tengo que extenderme un poco.
Imaginaos que vivís a principios del siglo 17, realmente intentad imaginarlo.
Algunas cosas son obvias: No hay móviles, ni ordenadores, ni coches, ni nada de tecnología moderna. La calefacción es a base de fuego y la cocina también. Lo más probable es que solo tengáis dos o tres mudas de ropa y que os dediquéis a un trabajo corporal o manual. Si, también las mujeres. Porque no es trabajo de un puesto de trabajo, es la labor diaria de la subsistencia.
¿Lo veis? Bien, pero solo estamos rozando la superficie. Porque las diferencias mas fuertes no están en la tecnología, sino en la manera de pensar. Por ejemplo si vives en esta época, sabes que dios existe. Es tan real como la piedra delante de tu casa. Podías elegir como relacionarte con el, desde el amor, el miedo o incluso el odio. Podías reflexionar sobre su forma y esencia y hasta cambiar de confesión. Pero en todo lo que hacías él siempre estaba en el fondo de tu cabeza. Y esta seguridad de dios vino acompañada de toda una manera de percibir el mundo y el tiempo. Todo estaba ordenado por el sentido sagrado, todo estaba en el lugar en el que debía estar, tanto cada persona como las estrellas. Nada de esto iba a cambiar. Nunca. Las estrellas y el sol giraban alrededor de la tierra. Cuando miraban al cielo esto es lo que veían. Toda reflexión astrológica, filosófica o artística tenía esta idea en su trasfondo. Tu también tenías tu lugar asignado en el universo, tu clase social, tu rol. Si eras de nobleza, campesino o artesano, esto era lo que eras. No podías hacer nada para cambiarlo. Hicieras lo que hicieras, tu posición en la sociedad era incambiable.
Sé que esto para nosotros suena ridículo, pero entonces el mundo era así, se experimentaba desde ahí. La personas de esta época no lo percibían como fe o creencia sino como conocimientos ciertos y seguros.
Luego vino Galileo Galilei con su telescopio y puso el sol en el centro. Desde entonces no se volvió a hablar sobre el universo de la misma manera. Vino Matthias Knutzen y decía “Dios no existe”. La manera de hablar de dios y del universo nunca volvió a ser igual. Vino la revolución industrial y su burguesía, y trajeron la idea del progreso personal y cultural. La posición del individuo en la sociedad nunca volvió a ser lo mismo. Ni la comprensión de la historia.
Estos cambios se llaman cambios de paradigma, es decir cambios profundos en la manera de entender la vida. De alguna manera se podría decir qué paradigmas son planteamientos básicos, ideas tan fundamentales, que se pueden describir como las gafas con las que interpretamos el mundo. Y esto lo hacemos hoy como lo hacían hace 400 años. La diferencia es que se nos hace fácil identificar los paradigmas de entonces como construcciones culturales históricas, y es mucho mas difícil reconocer lo mismo en nosotros mismos. Porque los percibimos como parte de la realidad, son ideas tan profundamente arraigadas en nuestro pensamiento que las hemos naturalizados. Son lo que fundamenta nuestro pensamiento.
Todas nuestras maneras de ver el mundo, todos nuestros pensamientos, teorías e ideologías se desarrollan dentro de un paradigma. Según el filosofo científico Thomas Kuhn un paradigma científico define lo que se debe observar, el tipo de preguntas que se formulan, cómo se estructuran estas preguntas y cómo se interpretan los resultados. Aparte de lo nombrado por Kuhn el paradigma también define qué se acepta como posibilidades reales y qué se define como imposible. Define lo que nos podemos imaginar. El paradigma estructura lo que percibes como importante, como secundario y que partes de la realidad ignoras.
Al cambiar de un paradigma a otro cambia todo el lenguaje. Mucha de la información que se comunica dentro de un paradigma no es comprensible dentro de otro. Hay que hacer un ejercicio de traducción. Esto se ve muy bien cuando se encuentra una persona racionalista con una espiritual. Intentar traducir la reflexión o experiencia espiritual al lenguaje racionalista es realmente imposible. Esta experiencia solo se entiende dentro de un pensamiento y lenguaje espiritual. Por esto, personas de diversas creencias y religiones se entienden mucho mejor sobre ciertos aspectos de la vida, que una persona creyente y una atea. Aúnque sean creencias enemistadas, se encuentran en la descripción de su vivencia, vivencias que en el paradigma ateo son definidas como no existentes. Algo similar pasa entre la mayoría de comunistas, anarquistas y economistas. No están de acuerdo porque tienen fundamentos éticos muy distintos pero se entienden porque hablan el mismo lenguaje. Los tres se suelen mover dentro del mismo paradigma científico-racionalista.
Antes había paradigmas que englobaban toda una sociedad pero hoy en día no es tan fácil. Vivimos en una sociedad grande y compleja en la que coexisten y se entrelazan diferentes paradigmas. Es muy común encontrarse con personas que interpretan el mundo desde paradigmas distintos. Por esto es tan importante ser consciente de su existencia. Porque solo así somos capaces de entender a la diversidad de personas que nos rodea y comunicarnos con ellas de una manera eficaz y respetuosa.
Y ahora os pregunto, ¿vosotros habéis cambiado de paradigma alguna vez en vuestra vida?
La batalla de siempre que una actitud filosófica debe tomar como principio básico. A esas ideas / creencias previas que tenemos y que son el punto de partida de nuestro pensamiento, le llamo yo el Okupa. Tod@s tenemos un Okupa que tiene que ver con el momento histórico que nos ha tocado vivir, desde luego, pero también con la tribu en la que nos hemos socializado y las experiencias que nos han ido modelando. Tomar conciencia de ello es clave para que la comunicación sobre cuestiones clave de la vida social, política, económica y humana se produzca sin restricciones. Un ejemplo actual está en la cuestión catalana y los nacionalismos (el español y el catalán). Todo remite a una idea, la patria, que se convierte en «algo», en sustancia, pero que no es nada, es una entelequia llena de emociones que se plasman en identificaciones para sentirnos parte de algo más grande que uno. Pero, de la misma manera que pasa con los dioses, en realidad no es nada. Pero ahí seguimos.
Muchas gracias por este comentario.
Lo del okupa es un nombre interesante. ¿Cómo llegaste a el?
Te doy toda la razón con el tema del nacionalismo, y muchos otros ámbitos. Es fundamental que recordemos cuanto de nuestra sociedad es construcción social y no naturaleza, aunque a nosotros nos lo parezca. Hasta que no percibamos esto es imposible liberarnos de muchas instituciones dañinas.
También es importante para poder repensar vocabulario y definiciones. Por ejemplo me fascina la crítica que hace el feminismo a las ciencias economicas (independiente de los lios filosoficos que el feminismo tiene en otros temas). Crítica que cuando la mirada económcia se limita a la esfera monetaria ignora una gran parte de la realidad economica: Todo lo que es cuidado y reproducción de la vida, el ámbito que sostiene la esfera monetaria. Desde conocer esta reflexión pienso de otra manera sobre economia.
La gran trampa de los paradigmas o okupas no está en las construcciones teoricos secundarios, sino en como las definiciones fundamentales nos tiñen la percepción de la realidad y hasta invisiblizan areas enteras de ella.
Es una manera de mirar la realidad dificil de comprender, pero una vez que la tienes el mundo se vuelve mas amplio.