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El círculo vicioso de la impotencia – Causa y consecuencia de nuestros fracasos (Síntesis de lo escrito I)

Según diccionario impotencia es “falta de fuerza para hacer algo”, y lo relaciona con la palabra “desesperación”. Esta conexión es muy lógica, porque para que sintamos impotencia tiene que ver un deseo de hacer este algo, un anhelo frustrado, cuya imposibilidad nos duele. Por esto esta incapacidad hiere e incluso nos puede hundir.

Para aquellas personas que nos duele ver este mundo, que miramos por la ventana y anhelamos un cambio real, profundo, sentir impotencia es bastante común. Todo nuestro entorno, a menudo nuestro propio camino se han conspirado para convencernos de que “las cosas son como son”, de que “no se puede hacer nada”.

Por ello la impotencia ha sido el punto de partida aquí, ha tenido varias apariciones a lo largo del curso pasado, y vuelvo a partir de ella para esta síntesis de lo pensado el curso pasado.

Empiezo con la entrada Me cansé y me marché , que habla de este cansancio que nos causa una situación tóxica, una situación de la que deseamos salir, pero que es tan fuerte, tan omnipresente que no hay lugar a donde irse. Lo podemos dar diferentes nombres a lo que nos oprime: sistema, capitalismo, patriarcado, cultura de la muerte… la dolorosa verdad es que el único lugar en el que nos libramos de ella es evadiendo la realidad. Impotencia, la razón por la que muchas de nosotras eligen no mirar, y con ello tampoco luchar.

Y peor, Marchando, si vas a las marchas, tampoco se ven resultados. Pones energía y fuerzas, y no ves avance, más bien al revés, estancamiento, distancia, recorres las calles como un cuerpo extraño, desconecta. Así que algún día se te acaban las fuerzas, aceptas que no tiene sentido, que no lleva a ningún lugar. Sentirse impotente, la razón por la que muchos dejan de luchar.

Si aún así aguantas, si aún así lo intentas, si realmente apuestas tú corazón… la que te espera, la que te cae encima. Te dolerá, terminarás Herida, herido, tus supuestos compañeros siendo los que te clavan el más doloroso puñal. Pueden ser traiciones, insultos, ataques directos, o sencillamente que te dejan atrás, solita. Sentirse sola, dolida, impotente – una razón para aceptar que no se puede luchar.

‘No puedes cambiar nada, solo puedes cambiar tú’, el último refugio de los desencantados, de cuando ya no crees más. Te retiras, a medias, a lo pequeño, lo personal, porque lo otro… no hay camino, es que ‘no se puede hacer na’, te lo han dicho toda la vida, y ahora también lo empiezas a repetir tú.

Y ahí estamos los activistas, caminando en círculos, hablando de lucha sin apostar, sin arriesgar. Y como no luchamos realmente, pues nada vamos a cambiar. Impotencia que alimenta a impotencia, marcha en círculos. Este por desgracia es la triste realidad entre mucho discurso agitador. Deseo de cambio, pues si, puede estar, pero también una sensación tan profunda de impotencia que se anula todo deseo y por debajo te lleva a la desesperación.

¿Cómo, dime, cómo podemos salir de allí? ¿Cómo aprendemos a hacernos potentes y transformadores? ¿A redescubrir la esperanza perdida?

Una pregunta urgente que responder.


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5 comentarios

  1. Hola Kathy. Realmente me encanta leer cosas aquí que aparentemente no tienen nada que ver conmigo, pero que a la vez lo tienen todo. Me doy cuenta prontamente que, tu historia es mi historia, sólo que con diferentes matices, con diferentes experiencias, pero a nivel esencial, describes perfectamente muchos sentimientos que se han gestado a lo largo de mi vida, por muy corta que esta sea. Considero que la desazón que nos deja el mundo viene precedida generalmente por la expectativa que nosotros recreamos constantemente en nuestra mente, quiero decir, siempre que pretendemos generar un cambio nos enfrentamos a un fenómeno muy curioso, y es que, un simple individuo, con todo el amor que su existencia le permite experimentar, pretende generar un cambio significativo en la sociedad, ese sentimiento de amor tan puro y elevado le lleva a creer que es capaz de transformar la oscuridad en luz, el odio en amor, la guerra en paz, pero mientras ese deseo se ve inmediatamente devorado por la realidad colectiva (desesperación), probablemente ese individuo no comprenda inmediatamente cuál es el motivo de su fracaso, probablemente continúe intentándolo, utilizando o no, la misma estrategia, una y otra vez, hasta el cansancio. Es en este punto cuando por fin consigue reflexionar más detenidamente sobre sus acciones, y como consecuencia, es inevitable llegar a la conclusión de que: una sola persona, no puede transformar la realidad de millones de voluntades, tan desorientadas y corrompidas como la misma (impotencia). A partir de aquí ya quedan muy pocas opciones: Asumir nuestra responsabilidad personal de forma valiente, admitir nuestros fallos, nuestras carencias, y nuestras creencias limitantes y elegir cambiarlos, elegir la comprensión y la compasión, más no el conformismo. Elegir mostrar a través del propio ejemplo, que los cambios reales son posibles, un paradigma de esto podría ser Jesucristo, Martin Luther king, Diógenes el perro, etc. . Por otro lado están los revolucionarios que si bien no se conforman con esta abrumadora realidad, se niegan a asumir una derrota, y es que lo ven todo en términos de ganar o perder, intentan pues, imponer su verdad sobre la del resto de mortales, que por lo general se encuentran demasiado perdidos o ensimismados como para percibir que una fuerza muy grande está a punto de afectar su mediocre ensueño. Por lo general a esta fuerza se suma la inconformidad de muchos otros que también han llegado a la misma conclusión, lamentablemente el único resultado que se recoge de esto es confrontación con quien ya se encuentra acomodado a su situación, fruto de las desigualdades sociales, es la eterna lucha de clases que se viene disputando desde tiempos inmemorables. Un paradigma de esto puede ser el Ché Guevara, Patrice Lubumba, Hitler etc. Luego están los conformistas, el que se refugia en el fanatismo, y es altamente manipulable: la gran mayoría, las grandes masas que se dejan arrastrar por la corriente. Mientras unos se guían por la humildad y la sabiduría, los otros actúan desde la rabia, desde el impulso más visceral que demanda justicia. Me abstengo de alzar juicios contra los terceros.

    Evidentemente hay muchas piezas que no terminan de encajar, ojalá algún día alcance una mayor comprensión de nuestro entorno, pero creía necesario compartir esta pequeña reflexión contigo. Gracias querida amiga. Te envío un fuerte abrazo y muchas fuerzas para que continúes con tu camino, sé bien que tus intenciones son dignas de la más grande admiración, al menos en mí la despiertas. Un beso.

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