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De motivaciones y decisiones

En los últimos artículos he hablado mucho de las motivaciones personales. Reflexiono sobre la diferencia importante entre aquellos activistas que tienen una motivación egocéntrica y aquellos que honestamente buscan llevar un ideal a la práctica.

¿Pero realmente es tan sencillo? ¿Qué descubrimos si observamos cada decisión que tomamos a lo largo del día? Es como cuando miras con el microscopio: Se descubre un paisaje nuevo, totalmente distinto a lo que se ve con la mirada normal, desvelando motivaciones variadas peleándose en todo momento.

Por ejemplo por la mañana, cuando me despierto y estoy entre un ratito más en la cama o levantarme, pues hay un conflicto entre lo que tengo por hacer y de lo a gusto que me siento en este momento. Cuando al fin me levanto y hago el desayuno entran en juego mi pereza matinal, mi consciencia alimenticia, el deseo de cuidar de mi familia… Todos entran a cuando decido que desayunamos. Cuando tomo café todos todas las mañanas, consciente de la explotación de personas y destrucción medioambiental que conlleva, pues claramente estoy poniendo mi comodidad por encima de mis ideales. Pero a la vez tengo en la mesa fruta ecológica, local y de temporada, un ejercicio de compra en el que renuncio al precio barato y a la variedad del supermercado a favor de mi consciencia social… Ya en la primera media hora del día se ve una multitud de decisiones complejas y contradictorias, muchas de ellas directamente conectadas con mi conscienca social.

Y no solo está en los gestos cotidianos, sino también en las grandes decisiones vitales. Si soy ecologista, ¿puedo trabajar en una petrolera? ¿Aceptar un empleo o comprar una casa que me obligan a tener un coche? Si soy en contra de la explotación, ¿qué hago vendiendo productos hechos en condiciones de esclavitud? ¿Es compatible con comprar ropa, móviles, muebles… a cada rato? Si hablo de ser activista, ¿realmente es coherente que pase horas y horas viendo programas de televisión estúpida? ¿O matando en un juego de ordenador? ¿Tomando sustancias que me permiten olvidarme de todo, que me dejan incapacitada el día después? ¿Realmente es qué no tengo tiempo o fuerzas, o es la manera de la que organizo mi vida que me quita el tiempo?

Aparte de los factores internos y personales, los deseos, necesidades reales e imaginadas, ideales y sueños, también entran las personas que me rodean directamente.

Me gusta la carne aunque estoy consciente de cuanto contamina. Entonces, ¿la como? ¿Y cuánta? ¿Qué hago si mi pareja quiere comerla más a menudo que yo? ¿Cuál de los deseos gana día tras día? ¿De quién? A nivel de ocio me encantan las novelas idiotas (de las peores) y los juegos de ordenador. Tanto, que muchas veces he elegido ellos en vez de preparar una reunión, escribir o leer un libro que alimente mi mente. Aparte me da miedo que me rechazan. Tanto que desaparecí de algunos lugares por vergüenza, por no querer afrontar una discusión. Así es, en muchos momentos puede conmigo la pereza, el miedo, el querer disfrutar el momento sin pensar.

Pero en otros momentos, a veces, gana el sueño, el ideal, el amor. Cuando compro caro a quien produce con valores humanos. Cuando ‘pierdo’ el día con correos, llamadas, talleres y reuniones. Cuando acepté ganar la mitad por tener un trabajo en concordancia con mis valores.

Así de complicado y contradictorio es mi paisaje. Supongo que es parecido en ti, un campo de batalla interno. Y normalmente no es la razón que gana, no lo racionalmente correcto, no, no. Lo que decide es emoción, deseo, anhelo, puede ser miedo o esperanza, alegría o furia, indiferencia o el amor. Ellos deciden la dirección de tu cuerpo.

Entonces con ello, ¿qué hacemos? ¿Cómo aprendemos a sentir para la transformación? ¿A dejar de desear este adorno, aquel coche o casa? ¿A realmente querer el cambio lo suficiente para vivir lo? ¿De encontrar en este camino de lucha una alegría que nos permite seguir a pesar de?

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