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Por esto se llama lucha

Duele, duele, cada paso duele, ¡tanto! Aumenta la dificultad, el cansancio, el dolor. Y aun así sigo, día tras día, año tras año, para adelante en este camino a contracorriente. Cada paso esfuerzo, cada paso pelea, cada paso en contra de resistencias.

Resistencias mías, internas: miedos, bloqueos, ideas equivocadas… Hay mucho en mí que superar.

Resistencias en mi entorno, de la gente que me rodea, que me declara loca, pirada, que no entienden, que sienten miedo, envidia… ante mi forma de ser. Les provoco preguntas, ideas, reflexiones a los que no se quieren enfrentar así que se enfrentan a mí.

Resistencias fuera, con el mundo, nuestra cultura y sociedad. Porque ser humano es opuesto al sistema, a nuestra lógica institucional, la que cada vez es más reguladora, que cada vez prohíbe más comportamientos humanos, que cada vez sanciona más a la ayuda y a la solidaridad. Un mundo en que cada vez más las personas nos vemos acorralados por instituciones gigantes que nos quieren comer.

Así que, cada paso contracorriente, cada paso conflicto, pelea, enfrentamientos. No es guay, no es chachi, no es una fiesta. Al contrario, hay dolor, desgaste y agotamiento; hay insultos, traiciones, desencuentros; hay intentos que nunca arrancan, proyectos fallidos y mal dirigidos; hay diez fracasos por cada acierto, o más.

Y por esto lo que hacemos se llama lucha, porque lo es, una lucha muy dura, no un paseo. Es una marcha nocturna y larga, tan larga, tan desgastante y la llegada tan incierta, que es enorme la tentación de rendirse.

De dejarse caer y no levantarse, entregarse a las bestias y dejar que se lleven tu corazón. O de buscar refugio, hacer una hoguera, arrimarse al fuego y quedarse allí, calientito. Pero esto no da más que un falso cobijo, la ilusión de estar protegido. Porque la noche sigue, está ahí, fuera, la madera se puede agotar y las bestias están siguen, son muy pacientes, siempre esperando su presa.

Así que sigo para adelante, a contracorriente, a pesar de todo, aguantando lo que puedo y más allá porque solo cruzando la noche se puede encontrar el amanecer, un nuevo día. No es guay, no es chachi, es lucha. Y pido, espero, deseo que la dirección que he cogido sea correcta, que me lleve hacia el amanecer.

Y tú, ¿qué haces? ¿Dónde estás? ¿Caminando, luchando? ¿Derrumbada en el suelo o arrimado a la hoguera? ¿Qué hace falta para que sigas, para que te levantes? ¿Para que encuentres la fuerza para enfrentarte a la oscuridad?

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