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Marchando

Hace más de 20 años, al principio de mi activismo practiqué turismo de manifestaciones. En esta época formaba parte de un grupo antifascista, del llamado “bloque negro” e íbamos de mani por lo menos cada dos semanas. Éramos cuatro de mi ciudad que nos montábamos en el coche y viajábamos adonde tocase – por toda la provincia y más allá. En solidaridad con algún preso, en contra de los nazis, conmemorando a menganito, en contra de la cumbre tal, en solidaridad con el movimiento cual, en contra de los recortes varios, y, y, y… siempre había razón para marchar.

Aprendí a llevar jerseys de capucha, raparme el pelo y taparme la cara. Íbamos agarrados, gritando, nos sentíamos fuertes y rebeldes. Pero a pesar de nuestra pinta marcial, nuestra agresividad era más de boca que de cuerpo, al final no hacíamos más que pintar paredes, pegar carteles, ir a manifestaciones y gritar.

Fuck, fuck, fuck the system – Viva la solidaridad antinacional – No lo vas a creer, nosotros somos los buenos – Ningún ser humano es ilegal – Abajo los muros de las prisiones – Ni olvido ni perdón – ___

Estábamos unidos y hacíamos ruido. Molaba, me energizaba, sentía que estaba luchando y del lado correcto, del lado bueno. Creía que estaba ahí por algo. Creía.

Hasta que, un día, durante un momento tranquilo de la manifestación me puse a observar nuestro entorno. Éramos un grupo compacto de unas cien personas que estaba marchando por una zona de viviendas. No había apenas nadie en la calle y los que pasaban ni ojeaban la octavilla que les daban los compañeros, la mayoría la tiró directamente a la basura. Y encima los barrenderos nos seguían a menos de 100 metros recogiendo cualquier papel que podríamos haber dejado caer. Quien viniera en 5 minutos no iba a encontrar rastro de nuestro paso. Iba a ser como si nunca hubiésemos estado ahí. Éramos como un visitante, un cuerpo extraño que pasaba de turista por la ciudad sin impacto ninguno.

Desde este día no he vuelto a gritar igual. Ya no creía, no como antes. Era un ladrillo más en el muro del no se puede hacer nada que se iba construyendo alrededor de mi corazón.

El efecto no fue inmediato, al principio solo era una pequeña duda en mitad del grito, un temblor interno que se fue agrandando de poco a poco, en conjunto con mi desencanto general, hasta que –un día– dejé de gritar en las manifestaciones. Solamente iba para sentir que no había abandonado el barco, pero ya no pensaba que nada de lo que exigíamos iba a hacerse realidad. No lo había visto pasar jamás, así que, en el fondo me iba convenciendo de la idea de que las manifestaciones no sirven para nada. Y siguiendo por ahí es normal que un tiempo después dejara de ir a las manifestaciones. Ya habían perdido todo el sentido para mí.

Y ahí estoy hoy, deseando volver a creer, deseando ver a una protesta tan bien hecha que me haga creer en ella de verdad, que me devuelva las ganas de gritar con todo mi ser. Pero hasta ahora no, no lo he encontrado, solo veo el gesto vacío de marchar por marchar.

Ahora os pregunto: ¿Solo me pasa a mí, o a ti también, mi querida lectora? Y tu mi querido lector, ¿como lo vives tu? Aunque sea a escondidas, ¿conoces esta sensación de vacío, la de hacer por hacer aunque sepas que no sirve de nada? Y si es así, ¿te apetece compartir tu experiencia con nosotras? La sección de comentarios está a vuestra disposición.

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26 comentarios

  1. Conozco perfectamente la sensación de la que nos hablas Kathy, no es nueva ni tampoco está reservada para un individuo o colectivo en específico. Yo nunca he sido muy partícipe de las manifestaciones, de hecho creo que muy poco se resuelve con ellas, mi querida amiga Esther (tajante feminista y activista posmoderna) diría que su principal función es visibilizar y concienciar a la población, un punto que en cualquier caso es irrefutable, al menos la mayoría de manifestaciones inmanentemente llevan adjudicadas estas nobles intenciones, pero ¿qué pasa cuando la rabia con la que cargamos nos puede?, Y estamos dispuestos a violentarnos impetuosamente frente a los mercenarios del estado. Aquí es dónde dejamos de hablar de no-violencia y los medios de desinformación nos tachan de vándalos, creando un efecto contraproducente. Es por esta razón que para mí el cambio verdadero es radical, estrictamente hablando, debe venir incentivándose desde el núcleo familiar… por desgracia son nuestros propios padres muchas veces los que nos destruyen emocionalmente y a penas nos alcanza la vida para intentar recomponernos, al menos en mi caso… Llevo años sobrellevando un vacío existencial, preguntandome cada vez con mayor insistencia el por qué de todo lo que hago y lo que quiero hacer, ¿de dónde nacen mis más profundos anhelos de libertad y justicia? ¿de la opresión sistemática en la que he nacido? ¿acaso es una forma de redimirme de mis pecados? ¿será que simplemente es mi ego buscando destacar? O ¿es esa presión social a tener que hacer algo con tu vida?. La respuesta no importa, mientras se pueda ofrecer un mejor futuro para la humanidad y nuestro planeta en general, de lo que hablo es de ese ferviente deseo de cambiar las cosas que me nace cuando veo la foto de un bebé sudanés a punto de ser devorado por buitres, o un soldado congoleño sosteniendo los genitales mutilados de un beligerante contrario. Es ese sentimiento lo que hace que me levante de la cama cada mañana y continúe con mi formación. Lamento si no me he sabido explicar adecuadamente. Agradezco mucho tu aportación, un abrazo!

    1. Hola Julio Cesar,

      muchas gracias por tu comentario, me ayuda a entender un poquillo mejor.

      Me parece importante lo que tu llamas vacío existencial, que, si te interpreto bien, para ti es ante todo cuestionarte a ti mismo y tus intenciones. Creo que esto es algo que nos pasa a muchos hoy en día, ante todo cuando tiene que ver con heridas que vienen de la familia. Me parece central el contrapunto que pones cuando hablas de como te remueve el sufrimiento ajeno. Esto hace pensar en el amor por el otro, el cualquiera, solo porque es persona. Una concepto menos grande que está intrínsecamente conectado con ello es la empatía. Mientras de que nos dejamos guiar por ella y entonces por el amor nos ayudará a controlar nuestro ego, y de hecho nos obliga a cuestionarnos de maneras que desde un camino teórico nunca te ocurrirían. Este tipo de cuestionarse es muy distinto al el que nace de machaques que uno ha sufrido. Uno de inhabilita, el otro te hace crecer. ¿Te resuena esto?

      Aparte abres a muchos temas, cada uno digno de un debate propio. Espero que con el tiempo los podamos tener. Lo que hoy me ha captado la atención es que ubicas el principio del cambio radical en la familia. Me sorprende, primero porque es una institución criticada por tantos lados, y segundo para mi –que también vengo de una familia rota– es algo que recién estoy aprendiendo a apreciar. ¿Podrías entrar un poco a por qué te parece tan importante la familia?

      Besos, abrazos y muchas gracias
      kathy

  2. Conozco la sensación de no entender que estas haciendo porque has perdido en el camino el por qué, o porque no ves que relación tiene lo que haces con el motivo que te puso en marcha, o no ves la eficacia que hay en la acción… incluso la sensación de estar haciendo algo que va en la dirección contraria de lo que quieres.
    Según lo que conozco, está entrada la llamaria «el cansancio del esfuerzo inútil».

  3. Hola,

    por fin he encontrado tiempo para leer el comentario de Charo detenidamente… vaya profundidad en palabras tan sencillas. Creo que “el cansancio del esfuerzo inútil” resume muy bien la experiencia que describo aquí, y que en mi caso tiene mucho que ver con el último punto que nombras, la falta de eficacia en la acción y también hacia el final la sensación de conseguir resultados contrarios a lo que se proclama. Reconocer esto en mi propio activismo fue un proceso muy doloroso que –una vez que lo tenía asumido– cambió para siempre mi manera de entender y practicar la lucha. Justo este proceso de cambio fue el que me llevó a abrir este blog.

    Otra tema que me ha removido estos días es que en mi respuesta al comentario de Julio Cesar he entrado a diferentes puntos de lo que dice menos el tema de la manifestación. A primera vista es extraño, ya que parece el tema de este artículo. Pero el tema de fondo es otro, es este cansancio que te causa un activismo incoherente, superficial y que no genera cambios en la sociedad. La manifestación solo es un ejemplo entre muchos en los que se manifiesta esto. Por esto mi primera respuesta se fue a otros lados.

    A pesar de esto quiero decir algo sobre las manifestaciones: Creo que si pueden tener mucho impacto, cuando se hacen bien y están integrados en un movimiento fuerte. Los chalecos amarillos nos acaban de demostrar esto. Independiente de lo que pensemos de sus exigencias y estrategias, es el primer movimiento Europeo en años que consigue que su gobierno cambie un plan ya definido.
    Decir que sirven en primer lugar para concienciar en mi opinión nace de querer justificar una acción mal hecha y agarrarse a lo mas positivo que se puede encontrar en el. Intuyo que en muchos momentos viene de haber interiorizado el “no se puede hacer nada” que te obliga a contentarse con mínimos. Que lo diga alguien que viene del postmodernismo no me sorprende. Yo mismo he pasado por el (varios años) y lo he descartado porque la práctica me demostró que sus maneras de pensar y conceptos de fondo impiden toda lucha seria. Mas adelante entraré a estos fregados.

    En los diferentes diálogos he recogido una lista de ideas interesantes para seguir profundizando. Muchas gracias. Os las devolveré pronto cuando me haya dado tiempo a reflexionar sobre ellas.

    Un abrazo y a por la semana dos
    kathy

  4. Buenas, compañera.

    Una manifestación es una demostración de poder. Una manifestación de 100 personas es una demostración de debilidad, de irrelevancia. Si no eres capaz de sacar un número significativo de la población a la calle, mejor quedarse quieto.

    Por otra parte, una manifestación no convence a nadie que no participe en ella (de hecho, por lo general, es una molestia). Una manifa no es para los de fuera, sino para los de dentro: reafirma y enardece a los que participan, al percatarse de su número. Y realmente, como el número de creyentes no hace buena ninguna idea, tampoco es un método que me satisfaga.

    Pero bueno, realmente es que me disgustan tanto las muchedumbres como el ruido, así que supongo que eso también me condiciona la opinión sobre lo que no deja de ser un método de lucha, uno más, que se usa generalmente mal, con resultados contraproducentes (encabronando a la población por cortar el tráfico).

    En cuanto a la no violencia… bueno, hay que reconocer que unos cuantos destrozos aquí y allá y los antidisturbios desbordados han permitido a los gilets jaunes rascar 100 lereles extra del SMI. Pas mal…

    1. Hola Nadir,

      si, así es interesante discutir.

      Real es que las manifestaciones hoy en día se usan mas que nada para reafirmación interna, y hasta esto solo funciona hasta cierto punto, porque al final también te vas cansando.

      Los otros fines que decís, que hasta ahora son conscienciación de la población o muestra de fuerza, dependen mucho en que contexto y de que forma se hace una manifestación.

      Yo intuyo que nos hemos quedado con estas ideas de acciones pequeñas porque hemos perdido el sentido de lucha. En el ambiente está tan dominante en el sentido del «no se puede hacer nada» que no lo intentamos realmente. Junto a ello va que trabajamos mal, pero MAL.

      De lo que he podido observar ahora hacen falta ciertas claves organizativas para que una manifestación pueda tener impacto:
      – Tener unas exigencias claras, concretas y realizables.
      – Tener un acuerdo común sobre lo que se exige.
      – Formar parte de un trabajo continúo que mantiene la presión durante el tiempo necesario, si hace falta escalando el conflicto.
      – Tener una estructura organizativa que coordina esta lucha.
      – Tener el apoyo de una parte importante de la sociedad.

      Hasta aquí hoy, me está llamando la familia.
      A lo otro te respondo estos días,
      un saludo
      kathy

    2. Una pequeña reflexión acerca de los chalecos amarillos, la noviolencia y como protestar de manera eficaz.

      Primero nunca dije que no es posible imponer tus objetivos a base de una estrategía violenta. Claro que si, de hecho la mayoría de movimientos historicos lo hace. Lo que si creo es que usar la violencia como medio tiene un precio muy alto y normalmente a largo plazo hace mas daño que bien. Es interesante observar cuantos experiencias historicas violentas se han comido a si mismo, creo que en parte porque usar la violencia desensibiliza y tiene una lógica de actuar propia que te desvia con mucha facilidad de los fines con los que partías.

      Acerca de los chalecos amarillos: No es porque hayan usado violencia que llegán a lograr cosas. Es porque a nivel organizativo responden mas a los puntos que he nombrado ayer que todo lo que he visto en Europa en tiempo. Sin ello el tema de quemar contenedores no tendría efecto, y tengo mis dudas si esto realmente les ayuda o perjudica.
      Aparte no tengo claro si están preparados para sostener la lucha a medio y largo plazo (cuando en unos años el gobierno volverá a sacar las mismas propuestas, ¿el pueblo volverá a frenarlo?). Y también tengo mis dudas si es un movimiento que solamente defiende el bienestar del pueblo Francés (a coste de explotación en los países empobrecidos) o si tiene una dimensión solidaria internacionalista.
      Creo que a nivel organizativo se puede aprender mucho de esta experiencia, pero mas allá no lo veo claro. También tengo que admitir que no he investigado bien sobre ellos, así que me faltan muchos datos.

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