La diferencia entre ocupar, okupar y ser okupa

Después de escribir tanto sobre mi tiempo en la okupa parece lógico afirmar que en esta época yo fui okupa. Pero a pesar de haber vivido en una casa okupa nunca consideré que yo fuera okupa. Para que quede claro porque me tendré que explicar la diferencia entre ocupar, okupar y ser okupa.

La primera diferencia se marca entre aquellas que escriben la palabra con ‘c’ y aquellas que usan la ‘k’.

La gente que usa la ‘c’ suelen ser personas que ocupan porque es su única salida, porque no pueden pagar una casa. Allí conozco dos tipos. Uno que esta relacionado con la precariedad dominante en nuestra sociedad, con el hecho de que en este país no hay trabajo para todos y mucha gente normal y corriente se ve obligada a elegir entre ocupar o vivir en la calle. Un proyecto con mucha seriedad que organiza este tipo de ocupaciones es el Sindicato de Inquilinos de Gran Canaria.

El otro tipo de ocupación desde la precariedad se encuentra unos escalones sociales más para abajo, protagonizado por personas que llevan tiempo en la indigencia o consumiendo drogas duras. Personas ya en un estado físico, mental y emocional deteriorado. Estas casas sí suelen ser tan sucios y peligrosos como mucha gente se imagina la ocupa. Pero estas casas solo son pocas entre las muchas que hay.

Un mundo aparte se encuentra en la okupación escrito con ‘k’. Tiene poco que ver con la necesidad y mucho con planteamientos políticos e ideológicos. Son proyectos influenciados por el anarquismo actual. La gran mayoría de los integrantes de estas okupas son jóvenes de clase media, con estudios y sin ninguna urgencia económica. Están allí porque forma parte del estilo de vida que han elegido (en este momento de su vida). Los proyectos más conocidos de este tipo de okupas son los centros sociales okupados, algunos de tanta envergadura como la recién desalojada Ingobernable en Madrid. Pero aparte de estos centros existen numerosas okupas de vivienda, creo que más que centros sociales. Sencillamente tienen mucho menos visibilidad porque para sostenerse en el tiempo no les conviene llamar la atención.

Hace diez años me movía en una variedad de espacios activismo, entre ellos centros sociales okupados y en un momento decidí vivir en aquella okupa de viviendas cuyos desastres relato aquí. Pero aún así, ni en este momento consideré que yo fuera una okupa. ¿Por qué? Porque ‘ser okupa’ es mucho más que vivir en una casa okupa, es asumir toda una (sub)cultura.

‘Ser okupa’ implica asumir toda una serie de comportamientos y actitudes: un cierto estilo de vestir, de cortarse el pelo, de comer, de música, del lenguaje y de posicionamientos políticos… De hecho ‘ser okupa’ viene con todo un paquete ideológico: feminista, antiracista, antifascista, animalista… ideas a los que hay que asumir por lo menos en parte para poder pertenecer al rollo.

Los espacios okupas forman parte de un cierto ambiente de izquierdas, muy relacionado con el anarquismo postmoderno. Dentro de estos ambientes hay diferentes círculos interlazados entre si y con las izquierdas en general. Algunos más expresamente políticos, me acuerdo ante todo de grupos de consumo, de apoyo a la inmigración, de grupos feministas/LGTB y colectivos animalistas. Por otra parte están círculos más enfocados en el estilo de vida, desde talleres de bici, pasando por yoga y batucadas hasta fiestas y conciertos. En cuanto pertenecías a alguno de estos ambientes formabas parte del ‘rollo okupa’. Era el carnet que te permitía tener cierto estatus en otros círculos, ya que alguien siempre te conocía. En su día era mi pertenencia a unos grupos feministas lo que me permitió acceso a la información de que se iba a abrir una okupa de viviendas. Una información que solo llegó a integrantes del rollo.

Cómo analicé el curso pasado, estos ambientes son muy cerrados y en muchos aspectos funcionan como una tribu urbana. Son parte de las izquierdas con todos sus vicios, los que he analizado el curso pasado y los que me quedan por descubrir.

Y también también tienen los vicios generalizados de la sociedad Española, incluyendo el gusto por la fiesta y las drogas, o la normalización de comportamientos egocentricas que trae el postmodernismo. Y estos vicios, los de las izquierdas actuales y de la España postmoderna fundamentan el desastre que os voy a relatar en los próximos meses (y sí, para desgranarlo bien necesitaré tanto tiempo). Un desastre que desvela cuanta práctica violenta se esconde bajo muchos discursos izquierdistas bonitos actuales, dentro de la okupa y fuera de ella.

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